
Turonia
Turonia
D.O. Rías Baixas
Riguroso control en el viñedo con vendimia manual en cajas de 15 Kg., transporte inmediato a bodega donde la uva se introduce en cámara frigorífica con temperatura controlada a 5º., selección en mesa vibratoria racimo a racimo, despalillado y maceración de uva entera antes del prensado neumático durante 1,5 horas, separación de mostos, desfangado estático, fermentación a temperatura controlada, crianza sobre lías finas durante 6 meses, estabilización en acero inoxidable hasta alcanzar la madurez suficiente para el embotellado en Mayo de 2017.
Ficha técnica
- Tipo
- Blanco
- Denominación
- Rías Baixas
- Añada
- 2018
- Envejecimiento
- Sobre lías finas + 6 meses.
- Tamaño botella
- Estándar (75 cl)
- Tipo de uva
- Blanca
- País
- España
- Variedad/es
- Albariño
- Graduación Alcohólica
- 12.5º
Referencias específicas
Nota de Cata:
Vista: De color amarillo pajizo, ribete acerado, limpio y muy brillante.
Nariz: Expresiva, sugiere elegancia y carácter, demuestra aromas de fruta fresca de pepita, sutiles cítricos, intensamente floral con una buena complejidad, mineral, notas de hierbas aromáticas.
Boca: De entrada poderosa, fresca y equilibrada, sensaciones florales y frutales, balsámicos frescos, el paso por boca es cremoso, intenso y fresco, mineralidad que da paso a sensaciones salinas, de largo recorrido con una muy buena retronasal final.
Guía Peñín 2017 - 91 Puntos.
Maridaje:
Mariscos nobles, pescados grasos "lubina, mero...", cocina fusión "mediterránea, atlántica, japonesa, peruana, mexicana...", arroces mar y tierra, fideuás, caza de pluma y cortes selectos de ternera.
Nos encanta este vino con unos buenos mejillones en escabeche de las rías gallegas, fue un maridaje presentado en Murcia Gastronómica 2017.
Quinta de Couselo. Refugio de monjes.
La historia de nuestra bodega está íntimamente ligada al
Monasterio cisterciense de Santa María la Real de Oia, el cual
ofrece un grandioso emplazamiento al océano Atlántico, en
una ensenada rocosa, entre las villas de A Guardia y Baiona.
Este monasterio comenzó a construirse en el año 1136 bajo el
reinado de Alfonso VII.
Como ya señaló Avila y la Cueva en el siglo pasado, el nombre
de Oia se relaciona con su emplazamiento. En efecto,
“por tener su asiento a orillas de la mar, en una grande profundidad
mirada, con respecto a las elevadas sierras que tiene
por el oriente, le nombraron Oya, derivado de Oyo”.
Según un cronista cisterciense de la Congregación de Castilla,
el cenobio de Oia es el único de la Orden que se levanta a orillas
del Atlántico. La fachada de su templo y las dependencias
monasteriales del costado occidental se sitúan al borde del
mar. Se conservan los restos de un espolón o malecón a
pocos metros de la orilla, cuyos muros se abren en la parte
central de la cala, y que configuraba un pequeño pasadizo
con saliente y entrante para los barcos de pesca, que se podía
tapar con una red o empalizada de madera. El recinto portuario,
denominado “camboa”, se empleaba como sistema de
pesca y también protegía a las embarcaciones y amainaba la
fuerza y el batir de las olas contra los muros del monasterio.
Desde sus orígenes, el monasterio tuvo vínculos con el valle
de O Rosal, donde los monjes adquirieron diferentes propiedades
e impulsaron el cultivo de la vid. La bondad del clima
del valle hizo que estas fincas se utilizaran como lugar de descanso
y retiro de los monjes. Entre estas propiedades se
encuentran la granja y priorato de San Antonio y la granja
nombrada da Cheira, en el lugar de Couselo que fue adquirida
por los monjes en el 1163. Esta granja da Cheira es lo que hoy
conocemos como Quinta de Couselo.
Estas heredades pertenecieron a los monjes hasta la desamortización,
en el año 1835. El monasterio y sus propiedades
pasaron entonces a pública subasta. La venta del edificio del
monasterio se llevó a cabo el 15 de abril de 1844.
La granja da Cheira fue subastada poco después y pasó por
diferentes manos hasta que el 15 de enero de 1864 fue adquirida
por Don Casimiro Dorado y Méndez. Con la adquisición
de la granja por Don Casimiro la propiedad va a permanecer
en manos de la familia Vicente durante casi 150 años.
En agosto del 2013 los hermanos Suárez Vicente, bisnietos de
don Casimiro, venden la propiedad a Grandes Pagos Gallegos
de Viticultura Tradicional, un grupo vitivinícola cuya filosofía
es desarrollar proyectos singulares en aquellas zonas donde
mejor se expresen las variedades autóctonas gallegas.
Esta pequeña y acogedora bodega, de larga tradición familiar,
siempre se ha caracterizado por su amor por el vino y su respeto
por el entorno.